El superviviente olvidado. En 1939 Franco movilizó 30 barcos para desembarcar en Cartagena. La operación fracasó, sólo 600 soldados sobrevivieron. Joan Fiol fue uno de ellos. Al contrario que a los fallecidos en el ´Baleares´, nadie les recuerda

BARTOMEU NOGUERA (Diario de Mallorca, 7 de març 2012)

“Tampoco pienso que mi historia sea demasiado importante”, apunta Joan Fiol Mateu, nacido en Alaró hace 97 años, recordando sus vivencias de aquel trágico 7 de marzo de 1939. Y comienza a narrar pausadamente lo vivido en aquella expedición que le hizo subir a toda prisa a un barco del ejercito franquista cuyo objetivo era tomar Cartagena, pero que finalmente acabó hundido por un proyectil de las tropas republicanas que arrastró al fondo del mar a más de 1.500 personas. Una historia que Fiol revive ahora con normalidad, 70 años después, a pesar de tener muy grabadas en la memoria las dantescas escenas que contempló tras el naufragio de aquel buque mercante. 
Muertos, mutilados, ahogados, frío y hambre son las palabras que más repite Fiol al rememorar los hechos de uno de los episodios de la guerra menos ensalzados por el bando vencedor, que nunca olvidó que la operación fue dirigida personalmente por el general Franco con el objetivo de cerrar la guerra con un broche de oro que supusiera un golpe de efecto para su reconocimiento como estratega militar a nivel internacional.
 Sin embargo, el resultado fue bien distinto y los investigadores de aquella tragedia afirman que la operación que llevó al Castillo Olite a entrar en el “matadero” del puerto de Cartagena sin conocer el peligro que aquel movimiento entrañaba fue improvisada, carente de medios y poco planificada, lo que desembocó en la mayor tragedia naval de la guerra. Como concluyó el vicealmirante Francisco Moreno –jefe de las fuerzas de bloqueo en el Mediterráneo del ejercito franquista- en su informe al Estado Mayor de la Armada: “El cuartel general de Franco incurrió en grandes errores: las doctrinas operativas en las guerras no deben ser descuidadas, aunque el enemigo esté desmoralizado y en derrota” (El hundimiento del Castillo Olite, de Luis Miguel Pérez Adán, Editorial Áglaya). Moreno fue señalado por el régimen como el culpable del fracaso de la expedición.

Joan Fiol Mateu fue uno de los 600 embarcados que lograron sobrevivir en un primer momento a los disparos y al hundimiento del barco (muchos fallecieron poco después a consecuencia de las heridas), y a día de hoy es uno de los pocos que siguen con vida para recordarlo. En el libro publicado por Pérez Adán sobre este episodio se recoge que en 2004 sólo quedaban vivos 20 de los supervivientes del Olite.
El investigador Marçal Isern conoció la aventura de Fiol hace una década y comenzó a recabar información sobre el naufragio y a entrevistarse con este superviviente: “Me comentaron que en Alaró había un soldado del Castillo Olite y contacté con Joan. Me quedé impresionado con su historia y por su tranquilidad al contarla”. Isern asegura que la operación fue “un gran fracaso de Franco porque pensaba que el desembarco sería un paseo militar y no contaba con la presencia en Cartagena de una brigada comunista que era de lo mejor que tenía la República”.

Fiol perteneció al reemplazo de 1933, pero no fue enviado al frente hasta el 17 de julio de 1938 puesto que recibió sucesivas prórrogas de incorporación a filas como “sostén de familia” en su condición de “hijo único de viuda pobre a quien mantiene”. Su oficio era el de albañil aunque también había realizado las labores de secretario en la UGT de Alaró “porque sabía leer y escribir”, y recuerda que conocía a muchos de los vecinos que fueron asesinados tras el golpe de estado de 1936, como por ejemplo el alcalde socialista Pere Rosselló “sa Maquineta”.

Su instrucción militar se limitaba a ir los domingos a Lluc a hacer ejercicios “hasta que un día nos cogieron y nos mandaron a Palma, pasamos por el túnel que va de las estaciones hasta el puerto y nos embarcaron hasta Vinaroz”. El 12 de agosto –día que cumplía 26 años- se incorporó al regimiento de infantería Zamora número 29, prestando servicio en el tercer batallón, que estaba destinado en la zona de Castellón.
 Allí estuvo Fiol haciendo funciones de practicante médico acompañando al batallón en su ofensiva en el levante peninsular hasta que, llegado el mes de marzo, su compañía se disponía a tomarse un descanso que muchos intuían que ya sería definitivo, puesto que el final de la guerra parecía inminente. Pero la calma duró poco, porque a los pocos días recibieron una orden de embarque inmediato en el puerto de Castellón rumbo a Cartagena.

“No sabíamos adonde íbamos –afirma Fiol. Todo fue tan rápido que algún compañero no llegó a tiempo de embarcar. Nos comunicaron por radio que debíamos salir para Cartagena porque la ciudad, que estaba en manos de los rojos, se había sublevado”. La operación diseñada por Franco movilizó a 20.000 soldados y 30 barcos con el objetivo de ocupar Cartagena y su importante base naval. Pero el intento de sublevación en la ciudad fracasó y todos los buques de la ´Expedición Cartagena´ menos uno recibieron la orden de dar marcha atrás. El Castillo Olite, sin radio a bordo y sin ninguna noticia del cambio de planes, siguió rumbo al desembarco con más de 2.000 hombres a bordo.

“Estábamos desamparados en aquella bahía”, dice Fiol cuando revive el instante en que toda la tripulación supo que en Cartagena ondeaba aún la bandera tricolor y que, por tanto, el resto de buques no habían llegado a su destino y ellos se habían convertido en un blanco fácil para las baterías de costa republicanas. En aquel instante, desde la batería de La Parajola sonó un primer disparo hacia el barco produciéndose escenas de pánico entre los ocupantes del Olite. “Yo estaba sobre el barco y vi como el primer proyectil nos dejaba planos, sin la caseta de cubierta, y después vino otro que partió el barco en dos”, afirma el superviviente.

A partir de aquel momento hubo diversas explosiones y cientos de personas intentaron llegar nadando a la costa entre cadáveres y restos humanos. Fiol era uno de ellos: “Tenía que elegir entre morir o saltar, y bajé con una cuerda hasta el agua y me agarré fuerte a un trozo de madera porque no sabía nadar, hasta que llegué a un islote donde al poco rato llegaron grupos de pescadores que nos rescataron”. De los cerca de 600 supervivientes, el historiador Pérez Adán cifra en 342 los heridos hospitalizados y en 293 los que fueron hechos prisioneros por las tropas republicanas. En este último grupo existe constancia de la presencia de otros seis mallorquines: Juan Pizá Rosselló “Dragó” (también de Alaró), José María Fouz Boner, Manuel López Chas, Juan Maura Estrany y Emilio Morera Fontenla (todos ellos de Palma), y Antonio Grau Ferrer (de Inca).

Su cautiverio no se prolongó demasiado si tenemos en cuenta que 23 días después del hundimiento la guerra concluyó, pero Joan Fiol recuerda los duros momentos que vivieron: “Los que nos encerraron pasaban hambre, imaginad nosotros” y explica como algunos fumaban pieles de naranjas que estaban esparcidas por el suelo. Asegura que primero les llevaron a una iglesia de un pequeño pueblo y después los encerraron en Cartagena.
El 29 de marzo los soldados que los custodiaban abandonaron sus puestos, permitiéndoles salir. La guerra había terminado y centenares de supervivientes del Olite se encontraron que, después del naufragio y de casi un mes encarcelados pasando hambre y frío, ahora eran la única autoridad en Cartagena. Y este batallón de soldados hambrientos, con ropas rotas, muchos de ellos heridos, y empuñando las armas que habían podido encontrar por el camino, desfiló en la ciudad en representación del ejército franquista vencedor. “Me dieron un fusil y me dijeron que desfilara. A pesar de todo lo vivido, en ese momento estábamos contentos”, sentencia Fiol.

Los supervivientes regresaron a sus casas en cuanto les dieron la oportunidad, pero en aquellas aguas quedaron sumergidos cientos de cuerpos humanos y los restos del buque. La chatarra corrió mejor suerte que las personas, porque en 1952 el Estado vendió el barco para su desguace, unas labores llevadas a cabo a base de detonaciones con dinamita que hicieron aparecer cientos de huesos de aquellos soldados que quisieron tomar Cartagena trece años atrás. Más recientemente, en 2003, un proyecto de ampliación del puerto sepultó para siempre los restos del buque bajo toneladas de hormigón. El Castillo Olite quedaba definitivamente silenciado.