José Jaume (Diario de Mallorca, 25 d’octubre 2013)
El Tribunal de Estrasburgo ha hecho algo más que enviar al cubo de la basura la chapuza de la “doctrina Parot”. Los jueces, en otra sentencia, que en España no se ha comentado, al estar, como casi siempre, atareados con nuestras desdichas, se ha declarado incompetente para juzgar las matanzas de Katyn. Se trata del asesinato masivo de más de veintidós mil oficiales del Ejército polaco, catedráticos de universidad e intelectuales, ordenada por Stalin en 1949, tras haberse repartido Polonia con Hitler. Andrzej Wajda dirigió en 2007 la película que explica lo sucedido. “Katyn” cuenta cómo se llevó a cabo esa otra “solución final” sugerida a Stalin por el jefe de la policía política comunista, Lavrenti Beria, para eliminar metódicamente a los “enemigos irreconciliables del poder soviético”.
Setenta y tres años después el Tribunal Europeo de Derechos Humanos considera que no está capacitado para enjuiciar el asunto, al no estar constituido cuando se produjo la matanza, aunque critica el secretismo exhibido por Rusia, que se niega a desclasificar algunos de los documentos secretos, entre ellos el que contiene la firma de Stalin (rubricó la autorización con lápiz azul) y de los demás miembros del Politburó del Partido Comunista de la Unión Soviética. Sorprende que se niegue a Polonia la satisfacción moral que demanda, puesto que después de décadas de culpar a los nazis de los masivos asesinatos, la Duma rusa (su domesticado Parlamento) reconoció que los crímenes fueron ordenados por Stalin y ejecutados por las fuerzas especiales de su policía bajo la supervisión de Beria. Algo había que hacer con los “enemigos incorregibles”; lo más práctico eliminarlos, lo que para gente desprovista de cualquier escrúpulo moral, como era el caso de los dirigentes comunistas, era cuestión de simple logística. Sus aliados de entonces, los nazis, perfeccionarían hasta extremos inconcebibles la logística al poner en marcha el Holocausto judío.
Los reconocimientos de culpa, aunque sea a medias, no suelen prodigarse. Sí que los tribunales se declaren incompetentes para entrar a fondo en sucesos como el de Katyn. Los juicios de Nuremberg fueron posibles porque Alemania perdió la guerra. Rusia la ganó, pagando un precio terrible: más de veinte millones de muertos. En España sigue siendo imposible que la Justicia se haga cargo de los crímenes del franquismo, no ya los perpetrados durante la guerra sino los de las décadas posteriores y hasta el postrer estertor de la dictadura, que también fue el último de quien la encarnaba. Las peticiones de justicia presentadas en los tribunales han sido desoídas. Ni tan siquiera ha sido posible anular los consejos de guerra sumarísimos con los que se asesinó a miles de personas. El Tribunal Supremo se niega tajantemente a revisarlos. Uno de los más conocidos es el del presidente de la Generalitat catalana, Lluis Company, entregado por la Gestapo a Franco, fusilado en 1942. No hay forma. Ha tenido que ser una juez argentina la que, invocado el principio de justicia universal, haya incoado los primeros procedimientos por los crímenes de la dictadura. Antes lo intentó Baltasar Garzón. Ya no es juez. El Tribunal de Estrasburgo parece avalar la tesis de que nada se puede hacer al manifestar su incompetencia en Katyn. La Rusia de Putin vuelve a ser poderosa. A Europa no le conviene incomodarla.
Pero, al menos, en Rusia la Duma ha reconocido lo obvio: la responsabilidad de Stalin. Se acepta que autorizó los asesinatos. La verdad histórica ha quedado plenamente restaurada. Algún día se desclasificarán los papeles que todavía son secretos y se conocerá lo que permanece oculto. Lo esencial es ya una verdad oficial. No ocurre lo mismo con nuestra Guerra Civil: ¿Cómo conseguir que se acepte que se produjo a causa de un golpe de Estado que fracasó en media España? ¿Qué impide aceptar que la dictadura del general Franco asesinó impunemente durante décadas? ¿Por qué los tribunales se niegan a anular consejos de guerra, juicios que fueron una farsa? Seguimos sangrando por la herida. La Iglesia católica, al proceder a la masiva beatificación de los suyos, salvajemente asesinados, olvida pedir perdón por su responsabilidad, que no fue poca. Bendijo el golpe de Estado, al declarar que era una “cruzada” en defensa de la cristiandad. Calló ante las atrocidades que se cometían en el bando llamado “nacional”. Apuntaló al general Franco legitimando la dictadura a cambio de prebendas tanto económicas como de control social, en especial la educación. Y siguió callando ante la durísima represión emprendida por los vencedores. En el acto de Tarragona nada de eso se dijo. ¿Qué hubiera ocurrido si los obispos españoles no avalan el golpe de Estado? Se verá si prospera la petición hecha por el abad de Monserrat, quien pide que la Iglesia católica solicite perdón por la responsabilidad adquirida en la Guerra Civil y el sostén de la dictadura. Puede que cuando el cardenal Rouco abandone la presidencia de la Conferencia Episcopal sea factible. Antes, no.
Lo que no parece posible, a la vista de la sentencia sobre Katyn, es que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ponga sus ojos sobre lo sucedido en España hasta 1975. Conviene no olvidar que en septiembre de ese año todavía hubo fusilamientos. Sonroja que tenga que ser en Argentina donde se intente impartir una cierta justicia. Aquí, a las requisitorias para que unos policías torturadores declaren ante los jueces de momento se da una estridente callada por respuesta.