La repressió als telegrafistes

MERITXELL M. PAUNÉ  (La Vanguardia, 11 de desembre 2013)

Rescatadas decenas de historias anónimas de telegrafistas durante la Guerra Civil y la posguerra

Cargos franquistas anotaban en los expedientes observaciones morales e ideológicas sobre cada trabajador | Los sospechosos de desafección u homosexualidad eran despedidos | Durante las purgas fueron sentenciados a muerte numerosos funcionarios republicanos

La última tarea que le encomendaron a Pedro de la Prada antes de jubilarse en junio de 2013 en el Departamento de Telégrafos de Correos fue ordenar los archivos arrumbados de Recursos Humanos. Al fusionarse las dos empresas públicas –Telégrafos y Correos– a finales de los años 70, sólo fueron trasladados los expedientes de los trabajadores en activo. El resto, miles de carpetas, quedó arrinconado en el archivo que Pedro debía revisar y clasificar, en el Palacio de Comunicaciones de Via Laietana de Barcelona. De entre folios y telegramas amarillentos emergieron cientos de historias personales, inéditas y conmovedoras, además de una exhaustiva crónica epistolar de la Guerra Civil.

Se trata, por ejemplo, de telegrafistas duramente represaliados por haber cumplido órdenes bajo mando republicanoPurgas comunistas y franquistas por falta de afinidad ideológica. Juicios morales y cuarentenas por la personalidad o la tendencia sexual que los supervisores intuían en su plantilla. Y es que los expedientes laborales, tras la victoria franquista, pasan a incorporar un apartado extra en el reverso, llamado ‘Observaciones’. En ellas, los cargos del Régimen especulaban sobre la vida personal y las ideas políticas de cada trabajador, como justificación de traslados forzosos, rebajas de categoría o frenos a futuros ascensos.

“Hay Observaciones muy bestias: que si era un borracho, que si en su casa mandaba todo el mundo menos él…”, ejemplifica Pedro de la Prada (Barcelona, 1953). Ha recopilado los telegramas y las anotaciones más relevantes en un manuscrito llamado Expediente KDO, para el que ahora busca editorial. El título responde a “la abreviatura de ‘querido’, que se empezó a usar espontáneamente entre telegrafistas para dirigirse a través del aparato a compañeros desconocidos”. También tiene decidido que destinará todos los beneficios que pueda generar el libro al comedor social de Sant Adrià del Besòs, la ciudad donde vive y en la que ha desarrollado también otros proyectos solidarios y culturales, como un CD de música y un libro de historia local.

“Los años bélicos son como un diario, muy trepidantes, como vivir la guerra al día sin las valoraciones a posteriori”, añade. “Casi no he tenido que añadir nada, sólo con reproducir los oficios –telegramas, en el argot interno– bien ordenados ya se explica cómo vivieron la guerra y la postguerra los telegrafistas catalanes”, apunta. Los oficios relataban por ejemplo bajas de compañeros en el frente o por bombardeos y la detención de topos enemigos en la retaguardia. Durante la contienda trabajaban en Telégrafos unos 800 funcionarios, entre transmisores, repartidores y oficinistas. También había mujeres, aunque pocas. Pese a las purgas y bajas, la plantilla permaneció estable tras la guerra por la incorporación de afines al Régimen.

A la calle por “invertido”
Una de las historias que ha rescatado De la Prada es la de Abelardo Montesinos, un repartidor de Berga (Barcelona) que fue despedido a dedo en 1942 por sospechas de homosexualidad. “Se ve que se carteaba con un soldado y el comandante de éste interceptó una carta, que le pareció inapropiada. Envió una carta al alcalde de Berga acusando al telegrafista de ser “un invertido”, algo que en aquella época no consideraban tolerable de ningún modo”, explica el escritor. El alcalde escribió a su vez al Jefe de Telégrafos de Barcelona y éste al de Madrid, hasta que finalmente el trabajador fue expedientado y despedido.

No es el único ejemplo de arbitrariedad y fanatismo que ha encontrado el autor. Otro caso singular es el de Dionisio Rodríguez, un trabajador que fue visto en una procesión religiosa haciendo el saludo fascista con el brazo alzado pero con solo cuatro dedos extendidos. “Les pareció que escondía el pulgar expresamente, como símbolo de las cuatro barras catalanas, y también lo detuvieron y expedientaron”, explica. De la Prada considera que ésta historia es una de las más tristes, por su absurdo desenlace: “Le suspendieron de sueldo y empleo, pero alegó y ganó el juicio. Sin embargo cuando fueron a comunicárselo ya había muerto. En aquella época sobrevivir sin ningún sueldo era muy complicado”.

Las purgas
“Las represalias eran del todo desproporcionadas y se hicieron tantas barbaridades…”, suspira. Todos los que trabajaron como telegrafistas en el frente fueron minuciosamente investigados y la mayoría, sancionados. Los castigos más habituales eran la privación de sueldo durante dos años y el traslado lejos de casa. La familia De la Prada conoce bien estas depuraciones, porque las vivió en primera persona. Pedro es la cuarta generación en la profesión –¡sus padres, abuelos y bisabuelos también fueron telegrafistas!–. “He incluido algunos ejemplos de juicios y sanciones a modo de pequeño homenaje a lo mucho que sufrieron”, reconoce con timidez.

“Mi padre fue condenado a muerte por haber ejercido su labor de funcionario, pero por suerte la pena fue conmutada por un año de prisión y 30 años de inhabilitación como telegrafista”, explica. “Todo era muy exagerado, le acusaron hasta de ser un ‘cabecilla rojo’ por no negarse a cumplir las órdenes republicanas”, dice. El abuelo materno y la abuela materna también fueron expedientados. El bisabuelo se libró porque se había jubilado durante la guerra. Al abuelo lo trasladaron de Mallorca a Sevilla y a la abuela de Sevilla a Barcelona.

Uno de los artífices de la purga era el recién nombrado Jefe de Telégrafos de Catalunya, Simón Pueyo, a quien la dictadura colocó apenas entrar en Barcelona y al que mantuvo hasta mediados de los 50. Durante la guerra había sido él también depurado, por su simpatía con el Alzamiento militar. Las autoridades republicanas le encarcelaron junto a su hermano en el Vapor Uruguay, un barco habilitado como prisión por la saturación de las cárceles republicanas. Al ser liberado y nombrado Jefe, saldó cuentas con una intensa depuración.

Las enfermeras de Manacor
Además de las historias halladas en el archivo, Expediente KDO recoge también una historia balear plagada de interrogantes. El hallazgo de un diario anónimo en Manacor –que ha inspirado una obra teatral de gran éxito en el archipiélago– reveló la tragedia de cinco jóvenes enfermeras catalanas que se enrolaron con la tropa republicana en 1936 para colaborar en la reconquista de las Islas Baleares. Las chicas realizaban tareas asistenciales, como cocinar las pocas viandas que les mandaban y los frutos silvestres que recogían por su cuenta, atender a los soldados heridos y limpiar las barracas. Sin embargo, al ser capturadas fueron brutalmente apaleadas y violadas, paseadas como por toda la isla en camioneta y finalmente fusiladas “por rojas”.

La autora del texto no dejó constancia de su nombre, pero según De la Prada daba a entender que trabajó como telegrafista en Barcelona. Éste fue el hilo de investigación que siguió el maestro balear Llorenç Alajarín, que intenta reconstruir los hechos con documentos y los recuerdos de sus padres, que quedaron muy impactados de niños al presenciar el humillante paseíllo de las muchachas. Alajarín contactó con De la Prada y juntos escarban en archivos de hospitales y otras sedes de Telégrafos, en busca de la identidad de la miliciana.

Colaboradores de renombre
Pese a su talante discreto y retraído, De la Prada ha conseguido contagiar a varios personajes públicos su afán de por rescatar del olvido todas estas historias. Así, ha logrado que Joan Herrera –secretario general de ICV-EUiA– y José María Álvarez –secretario general de UGT-Catalunya– le escribieran un prólogo cada uno, a raíz de la continua aparición del PSUC y UGT en los oficios bélicos. También ha aportado su visión de la persecución ideológica, desde la esfera cultural, el cantante Antoni Miquel ‘Leslie’. Y el actual Jefe de Telégrafos de Barcelona, Alfonso Cid, ha reflexionado sobre la evolución de este servicio postal y su importante rol durante el siglo XX.

El material del archivo –nunca publicado y con la correspondiente autorización– se complementa con noticias periodísticas relacionadas con Telégrafos y publicadas entre 1936 y 1939. Muchas de ellas forman parte de la Hemeroteca de La Vanguardia. De la Prada además ha abierto un blog para informar de los avances en la búsqueda de editorial y que los interesados en la materia puedan contactar con él.
Leer más: http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20131211/54395381080/rescatadas-historias-telegrafistas-guerra-civil.html#ixzz2nAgkrIuM