ROSA FERRIOL (Diario de Mallorca, 13 de maig 2011)
Aurora Picornell, Antoni Oliver, Jaume Obrador, Adela Fernández, Josep Moreno, Francisca Salas, Bartomeu Mora, Francisca Llull… son algunos de los 1.560 nombres de “hombres y mujeres que trabajaron y lucharon por un mundo más justo y que fueron vilmente asesinados por la represión fascista”. Grabados en grandes placas, estas víctimas de la Guerra Civil recuperan su “identidad” arrebatada a golpe de fusil.
La asociación Memoria de Mallorca quiso rendir ayer un emotivo homenaje a sus desaparecidos con “una ruta de acogida de los nombres” que reposan desde ayer en el Muro de la Memoria levantado en el cementerio de Palma, principal símbolo de la represión franquista ya que fue escenario de crueles fusilamientos. Fue un acto sencillo pero con una carga emocional “muy potente”.
Con una expresión de alegría y emocionada, Maria Antònia Oliver leía el nombre de su abuelo grabado en la plancha de metal. Alegría, explicó, porque su abuelo recupera la identidad robada y lo hace “entre las Rojas del Molinar” y “en la misma placa que Aurora Picornell”, mujeres que sufrieron en las islas la represión indiscriminada de los falangistas.
Miembros de la asociación quisieron acompañar a estos nombres hacia su descanso eterno.
Antes de clavarse en el Muro de la Memoria, desfilaron por las calles de Palma en un recorrido por los principales símbolos de represión franquista durante la Guerra Civil: la casa del alcalde Emili Darder, la prisión de Can Mir, Can Salas y el cementerio municipal. Al pasar por cada uno de estos puntos, Oliver pronunciaba unas palabras en recuerdo de los desaparecidos. “De este punto muchos salisteis y no regresasteis, aquí sufristeis la dura represión de los fascistas asesinos. Salisteis con gritos de viva la República y pidiendo a los compañeros que no os olvidaran. No lo hicieron. Nosotros, vuestros hijos y nietos os devolvemos a casa. Intentaron haceros desaparecer y consiguieron lo contrario: hoy recuperáis la identidad a través de vuestros nombres grabados y recordados para siempre como ejemplo de dignidad”, fue la dedicatoria de la asociación a sus desaparecidos.
“Vuestros nombres no serán borrados de la historia” es la finalidad del Muro de la Historia levantado en el cementerio de Palma a base del voluntariado de la gente de la asociación. Tomeu Garí, Manel Suárez y Maria Antònia Oliver son los tres investigadores que se han encargado en los últimos tres años de recopilar los nombres de los desaparecidos de la Guerra Civil para recuperar su dignidad en este memorial. Tomàs Bosch, Francisco Cifuentes, Jaume Mayol y Josep Quetglas, junto al aparejador municipal, Miquel Gomila, han diseñado el jardín donde los familiares de las víctimas podrán llorar a sus muertos 72 años después.
Frente al muro de la Memoria, se instalará una placa con un escrito de Llorenç Capellà, donde recuerda que “el silencio y el olvido fueron la losa que cubrieron sangre y vida, historias y biografías”. Y frente a la pared donde años atrás fusilaron a tantos y tantos republicanos, descansan sus nombres grabados en unas placas, que entraron al recinto del camposanto a ritmo de la música de los xeremiers del Molinar y con la bandera republicana ondeando.
Fueron momentos intensos para todas aquellas personas de la asociación que durante estos últimos años han trabajado en un proyecto que ayer se hizo realidad. Claveles rojos fueron las primeras flores para homenajear a sus seres queridos desaparecidos.
En el memorial se instalarán dos esculturas diseñadas por los propios familiares. Una representará la silla donde Emili Darder fue ejecutado y la otra una pila de ropa que, como recuerda el texto de Margalida Capellà grabado para la ocasión en una placa, “en este lugar, las mujeres acudían a remover la ropa manchada de sangre para intentar identificar las prendas de sus desaparecidos”. Y tras el grito de “le han matado”, se imponían “el silencio”, recuerda Capellà en su escrito que evoca que el “mutismo impuesto agravó el sufrimiento”.
Desde ayer, estas 1.560 víctimas descansan en un jardín silencioso, donde en palabras de Capellà “el tiempo se para y recuerda a unos hombres y mujeres que murieron por haber querido la libertad”.