Document del diari Público, 30 de maig 2010.
A continuació, les dues histories referides a mallorquins víctimes del franquisme de 1936 i de 2010:
Joan Cañelles
«Mi madre llevó a los falangistas a su escondite»
Sindicalista fusilado en 1937 y enterrado en una fosa de Porreres (Mallorca).
Caso archivado por el juzgado número 3 de Manacor.
Guillermo Mir, de 47 años, ha recuperado la historia de la muerte de su abuelo Joan Cañelles en el último año y cuando relata su muerte no puede evitar la emoción. “Cuando me doy cuenta de cómo influyó en mi madre el trauma de la muerte de su padre, no lo puedo evitar”, explica.
Joan Cañelles fue fusilado con 33 años. La madre de Guillermo tenía apenas dos años cuando los falangistas le detuvieron, pero la situación fue tan dramática que se le quedó grabado a fuego. “Mi abuelo tenía el dilema de esconderse o no. No sabía que hacer, pero al ver que los falangistas cogieron a su hermano decidió esconderse. Un día aparecieron los falangistas y le prometieron a mi madre un caramelo si les llevaba con su padre. Sabía que estaba escondido y mi madre, de apenas dos años, les llevó a la parte de atrás de la casa. Siempre ha tenido ese sentimiento de culpa. Toda la vida”, reflexiona Mir.
Cañelles era un sindicalista bastante comprometido del industrial pueblo de Esporles. Era el jefe del sector de la construcción de UGT y, aunque era un puesto laboral más que político, fue suficiente para que su nombre estuviera en la lista negra de los golpistas. “Que no me pidan que me olvide de mi familia”, reivindica Guillermo, al que el juez de Manacor niega la investigación de lo ocurrido.
Joan Ferrà
«Tuvo una muerte lenta por intentar huir»
Jornalero fusilado en 1936 en calviá (Mallorca).
La jueza de Palma María del Carmen Abrines archivó el caso el 14 de octubre de 2009.
Joan Ferrà fue detenido el 22 de agosto de 1936, al anochecer. Su destino era la prisión de Can Mir, en Palma de Mallorca, pero no llegó nunca allí. En Calviá los cuatro presos trataron de huir. Dos de ellos lo consiguieron, pero Joan y su compañero fueron atrapados por dos falangistas. A su compañero Cristóbal Barceló lo mataron en el acto, pero a Joan le responsabilizaron del motín y le dejaron desangrarse poco a poco.
El rumor de su muerte llegó rápido a Galilea, su pueblo. Su cuñada, María Bordoy, de apenas 16 años, recorrió de madrugada los 12 kilómetros que separan Galilea de Calvià. Cuando llegó al pueblo ya le habían llevado al cementerio.
Lo habían desnudado y envuelto en una sábana. Compartía una fosa para tres personas con otro hombre. “Estaban esperando a un tercero y por eso María pudo verlo”, explica el nieto de Ferrà, Gabriel.
María Bordoy no volvió al cementerio de Calvià hasta 72 años después, cuando Gabriel tuvo la iniciativa de recuperar la historia que había sido tabú en su familia durante décadas. “Llegamos allí y reconoció el lugar donde lo había visto envuelto en la sábana. Pocos meses después murió como si sintiera un alivio por haber transimitido esa información vital”, recuerda Gabriel, nieto del jornalero del campo que murió en un crimen también sin investigar.